Capítulo 2. La vida en San Francisco

El año largo que Cooper llevaba en los siglos primitivos se estaba haciendo interminable.

En un principio todo se había desarrollado según el plan previsto. Salir de la esfera y buscar la cueva donde debía permanecer hasta encontrar a Mallansohn. EL tiempo tendría que jugar a su favor y eso es lo que pensaba. Su primera sorpresa fue cuando al ir a la ciudad para contactar con el mundo del siglo veintitrés no situaba los lugares como había estudiado con Harlan. Las informaciones que tenía de la ciudad parecía que habían cambiado, donde debía haber asfalto había caminos de tierra, donde debía haber locomoción mecánica había locomoción animal y muchas cosas más que a Cooper le sonaban demasiado primitivas. Las revistas de Harlan le habían dado una información de los siglos anteriores a su llegada, como conocimiento básico del terreno por donde iba a deambular. Se acordó de las revistas y decidió ir a un lugar que Harlan le había contado que servía para vender esa y otras publicaciones.

Se dirigió hacia la ciudad, y sin levantar mucha sospecha merodeo por los alrededores buscando el lugar donde poder encontrar dichas revistas. Después de un agradable paseo por las calles encontró el lugar indicado. Varios ejemplares de otros cuantos fascines estaban colgados de la puerta del local. Había mucha gente alrededor de los cristales, vitoreando y aplaudiendo, sin saber Cooper por qué. Más de uno se abrazaba y las parejas se besaban enfervorecidas. No sabía que debía pasar para que de repente reinara tanta felicidad en aquel lugar. De repente un señor salió gritando a todos.

—La Guerra ha terminado, Alemania se ha rendido —dijo en voz alta.

Cooper se quedo helado, se pregunto ¿Qué guerra? ¿La primera o la segunda? ¿Qué fecha sería? Recordó de las viejas revistas que eso había sucedido hacia mitad del siglo veinte, es decir había llegado tres siglos antes de donde tendría que estar. Entonces se acordó de lo que buscaba, un periódico. La fecha 25 abril de 1931, ese era el día que estaba viviendo.

Consternado por la noticia, y aunque sufriendo los abrazos y alegrías de los ciudadanos que encontraba en su camino hacia la cueva, no podía despejar de su mente la fecha de 1931. Era imposible, la esfera nunca fallaba. Había pasado algo seguro, vendrían a rescatarle en los próximos día y le recolocarían en el sitio exacto. La misión era demasiado importante como para fallar en esto. Él tenía que enseñar a Mallansohn las ecuaciones del Campo Temporal, sin ellas Lefebre no podría descifrar los fundamentos tan importantes para el descubrimiento de la Eternidad. Era una pesadilla, estaba viviendo una tremenda pesadilla. Tenía que llegar cuanto antes a la cueva y activar el campo temporal. No quería que una posible modificación del pasado le afectara y con ello a toda la eternidad.

Lo primero que hizo solo llegar a la cueva fue intentar calmarse. Necesitaba ordenar sus pensamientos, aplicar los conocimientos e información que se le había enseñado para poder tener una idea clara de los acontecimientos que iban a suceder. Debía pensar con tranquilidad, sopesar las probabilidades y tomar un plan de acción. Estaba claro que la esfera regresaría y con ella la paz en su vida, pero ¿y si no regresaba? ¿Qué pasaría si se viera atrapado en el siglo veinte y en la eternidad no lo supieran? Eran muchas las preguntas que Cooper se hacía en esos momentos de angustia y nerviosismo. No podía concentrarse y hasta el estomago le jugó una mala pasado y vomito lo poco que había almorzado camino de la ciudad.

Las horas fueron pasando y con ello apareció un rayo de luz en Cooper. Estaba claro que era mejor pensar en un plan de acción por si la esfera no regresaba. Era mejor pensar en una salida que sentarse a esperar a que te solucionarán la vida desde la Eternidad. Tomo lápiz y papel y empezó a escribir sobre algunas de las cosas que en ese momento podían ser mas obvia.

De lo que sabía por el periódico la Guerra con Alemania había acabado. Esto quería decir que se había adelantado en unos años. Tampoco sabía en cuantos pues muchas de las fechas las tenía confundidas, ya que nunca pensó que tuviera que utilizarlas. Estimo dicho adelanto en unos veinte años más o menos. Por otro lado su objetivo del siglo veintitrés también había retrocedido en casi trescientos años. Sabía por los conocimientos que había adquirido en la Eternidad que el Cambio Mínimo era difícil que hubiera sido utilizado, ya que no correspondía con las cifras que el manejaba. Tenía que haber sido otro tipo de manipulación por parte de algún Ejecutor, o eso pensaba. Por lo tanto si en la Eternidad lo sabían no podía hacer nada, y vendrían a por él cuando consideraran adecuado.

El plan entonces era pensar que no sabían nada de él en la Eternidad. Estaba perdido y solo. Tendría que ingeniárselas para volver, cosa difícil dada la tecnología de esos tiempos o avisar de que estaba perdido en esta época. Con un poco de suerte Harlan encontraría algún error en alguno de los mensajes de la historia de los siglos primitivos cuando estudiara con el Cooper del siglo 575. Esa es la idea. Si no se ha producido un Cambio suficientemente grande, Harlan detectará dicho error y sabrá que es un mensaje de auxilio de Cooper.

Aclarado el primer punto se puso a pensar cómo desarrollarlo. La visita a la ciudad le había aportado cierta información y complementaba con lo que ya conocía de su estudio preliminar.  Podría mantenerse en la cueva hasta que viera que los víveres escaseaban. Mientras tanto tendría que ir cambiando las pepitas de oro por moneda de la época con la cual poder obtener dinero y poder cubrir sus necesidades. Otro punto es donde alojarse. La cueva no podía servirle por mucho tiempo, podría ser descubierto por algún cazador y eso le traería demasiados  problemas. Por ello había pensado en buscar una habitación en la ciudad, y después de un tiempo buscar una ciudad más grande. Cuanta más gente más desapercibido y por lo tanto menos preguntas indiscretas. Y lo último, el dinero se acabaría y necesitaba conseguirlo, por lo tanto había que trabajar.

Durante los siguientes tres meses Cooper fue desarrollando su plan. Por las noches soñaba que no haría falta, que la esfera regresaría y le llevaría al siglo 575. Pero por la mañana dicho idea desaparecía. Con el tiempo los sueños fueron desapareciendo y dicha idea también. En un principio se estableció en el municipio de Alum Rock cerca de las montañas donde se encontraba la cueva. La cercanía le posibilito que fuera llevando sus enseres sin despertar ninguna sospecha. Busco un trabajo de barrendero y así poder pasar desapercibido.

El clima de la zona era muy agradable y Cooper se acostumbro a disfrutar de la naturaleza. En esos largos paseos siempre le acompañaba un libro. Se había hecho socio de la biblioteca del pueblo, y la única dificultad era la identificación que tenía que presentar. Gracias al trabajo municipal y a una secretaria muy amable que comprendió el extravió durante la guerra, Cooper consiguió un documento identificativo. Brinsley Sheridan Cooper nacido el 19 de Marzo de 1898 en Boston. Como contrapartida unas veladas en compañía femenina. Ella se llama Elena, y era viuda. Su marido había muerto  en la Guerra y la dejó sola en este mundo. Llevaba toda la vida en Alum Rock y estaba encantada con haber encontrado una persona inteligente y culta con la cual poder conversar. Al principio solo fueron cenas para acompañarse, pero con el tiempo fue surgiendo el amor. Cooper no quería enamorarse pero estaba solo, no solo en esa ciudad, sino en ese siglo. No conocía a nadie y no sabía si su plan funcionaria, por lo que tenía que tener más de una ilusión y Elena lo era.

Intentaba leer todo lo que podía de la historia de la zona y luego ampliarlo a toda la nación. Cuando creyó tener una idea más o menos clara comenzó a estudiar historia universal. El bibliotecario le ayudaba con alguna de las dudas que tenía y eso hizo que formaran una buena amistad. Su nombre era William y fue importante para que Cooper supiera lo sucedido. Por otro lado también quiso conocer los conocimientos científicos. En este caso lo llevo a escondidas, ya que mucha de las matemáticas que descubrió eran básicas para el, debido a su conocimiento de las ecuaciones de Mallansohn y Lefebre. Quería tener claro el conocimiento actual, para no despertar dudas por si saliera algún tipo de conversación.

Cuando se estaban acercando las navidades y mientras cenaban Elena le pregunto.

—¿Cooper estas a gusto a mi lado?

—Claro que si cariño, pasa algo para que dudes de ello.

—No, pero es que tengo que darte una noticia. Antes de que nos conociéramos había escrito para solicitar un puesto en San Francisco. Iban a abrir una nueva oficina de patentes y marcas en dicha ciudad, y el final de la guerra ha reactivado dicha necesidad. El país vuelve a creer en sí mismo y los empresarios invierten dinero en nuevos inventos. Me han llamado de que la plaza es mia.

Cooper se levantó y besó a Elena.

—Pero eso es magnífico cariño, es lo que siempre has deseado. Por fin podrás marcharte de este pueblo y comenzar una nueva vida.

—Ya, pero ahora dudo. Estas tu y no quiero perderte —dijo Elena.

Cooper la abrazó con fuerza y contesto.

—No me vas a perder. Si tu lo deseas te acompañare a San Francisco, sabes que nada me ata a este pueblo. Llegue por azar después de la guerra y no tengo ningún lazo con él. Mi lazo eres tu Elena.

Elena lloraba de alegría, no podía creer que todo hubiera sido tan fácil. Cooper era una persona maravillosa, no parecía de este lugar y su contestación lo había reafirmado.

—Y cuando tienes que estar en San Francisco —dijo Cooper

—Empiezo después de año nuevo, quieren comenzar con toda la documentación. Así que tenemos un par de semanas para realizar la mudanza y buscar una nueva casa. Podemos comenzar allí una nueva vida.

—Elena se que llevamos poco tiempo juntos y que me conoces de solo unos meses, pero creo que estarías más cómoda en la ciudad si fuéramos marido y mujer. ¿Qué te parece?

— Brinsley Sheridan Cooper ¿me estas pidiendo matrimonio?

    Lo has comprendido perfectamente, Elena Lee ¿quieres ser mi mujer?

Un beso cerró el acuerdo y con ello una noche de felicidad como comienzo de una nueva vida entre los dos.

La vida en San Francisco era totalmente distinta a Alum Rock, la ciudad era más ruidosa y la gente caminaba mucho más deprisa. Cooper encontró rápidamente trabajo en una empresa de electricidad, la cual estaba mejorando las instalaciones municipales. Se instalaron en Mission District, un barrio donde predominaba la gente trabajadora e inmigrante. Antes de la guerra se asento una población provenientes de Europa, pero en los últimos meses eran desde el país vecino de México. El barrio estaba bien comunicado con el centro donde trabajaba Elena y con las industrias de la periferia donde trabajaba Cooper. Era perfecto para vivir, y el ambiente era ideal, con una mescolanza de culturas que hacia las delicias de Elena. Cooper abrió un apartado postal pensando en el regreso de la esfera, necesitaba seguir manteniendo esa pequeña ilusión. Sabía que cada vez sería más difícil, pero no quería darse por vencido. Hacía varios días que había incrustado un anuncio en la revista de Harlan, National Geographic. EL anuncio era simple, pero en la foto aparecía un hombre posándose en la luna, algo impensable en 1932 y que pondría en alerta a Harlan si lo leía. Había puesto el anuncio durante un año, esperando recibir respuesta, en caso contrario estudiaría el seguir o no con dicho gasto.

Elena no sabía nada de este asunto, pero era lo mejor. Si llegara el caso de que apareciera Cooper, sería el momento de dar explicaciones. En caso contrario buscaría en algún momento de su vida como contarle su verdad. Parecería un cuento para ella, pero las pruebas serian contundentes. Mucho del material de la esfera lo había enterrado en el sótano de la vivienda, y en algún momento podría volver a aparecer. Lo que no quería es que por un accidente involuntario, dicha tecnología del futuro pudiera caer en manos de Elena o de cualquier otra persona.

Cooper nunca durante estos meses quiso levantar ninguna sospecha con sus acciones, así que en el trabajo intentaba pasar desapercibido. Lo mismo ocurría cuando se encontraba en presencia de Elena o de alguna de sus nuevas amistades del trabajo. Necesitaba observar todo lo posible pero sin ser visto. En caso de que la esfera nunca regresara, tampoco quería llevar una vida de electricista. Sus conocimientos superaban con creces al resto de la sociedad y podría utilizarlos para su propio beneficio. A todos les gustaba vivir bien, tener una casa mejor, disponer de un coche para trasladarse, y lo más importante que tu familia tuviera todo lo que uno pudiera necesitar. Quería una vida mejor de la que llevaban, sin apreturas, pero poderse dar esos caprichos que en este momento no tenían. Por ello se había estado informando sobre los centros educativos de la zona, llamada Universidades. Le gustaba lo que leía, aunque su preferida era Stanford, aunque Berkeley también le parecía una buena institución. Su idea era estudiar en algún momento para poder tener una titulación con la cual poder desempeñar un trabajo mucho mejor. Todavía no tenía un plan para ello, pero era una idea que le rondaba la cabeza.

Al principio de abrir el apartado postal lo visitaba cada día, pero la frustración de no encontrar nada le hizo espaciar sus visitas. Se prometió a si mismo ir a final de semana pero cuando llego la primavera ya solo iba a finales de mes. No lo tenía olvidado pero tampoco quería estar todo el día viviendo de ilusiones. Después de las vacaciones de verano que él y Elena pasaron en la Baja California pasó a comprobar el apartado y su cara se puso blanca. ¡¡¡Había una carta¡¡¡

Rapidamente la abrió y comenzó a leer:

“Querido Cooper tu mensaje ha llegado a mis manos y aquí estoy para ayudarte. Llegue hace unos meses pero he tenido ciertas dificultades en este tiempo. Todo es más fácil cuando se planea en la Eternidad, pero la realidad no es así. Me encuentro en las inmediaciones del Condado de Mariposa cerca del Parque Nacional de Yosemite. Vivo en una humilde granja donde estudio la manera de poder regresar a nuestro plan. De algún modo no llegaste al siglo veintitrés y por lo tanto las ecuaciones de Mallansohn es algo indefinido. Con su posible pérdida también se pone en entredicho el futuro de la Eternidad. Tengo varias ideas que estoy llevando a cabo, pero necesito un poco de tiempo. Sé que esta carta reabrirá tus ilusiones, el volver a un tiempo futuro, pero tenemos que esperar. Tampoco podemos vernos por el momento pues yo me encuentro en compañía y sería pernicioso para nuestra misión. Por el momento seré yo el que te escriba, indicándote los pasos a seguir. Espero que confíes en mí y si todo sale bien, para el verano que viene poder encontrarnos y disfrutar de nuestro encuentro. Me alegro poder ayudarte querido amigo, un abrazo muy fuerte de Andrew Harlan.

P.S: En la zona de San Francisco donde vives se encuentra un creciente movimiento intelectual y económico apoyado por varias instituciones. Por lo conocimientos que tengo la Universidad de Stanford tiene previsto apoyar a jóvenes emprendedores para que creen empresas en nuevos sectores tecnológicos. Es fundamental que sin levantar sospechas puedas ir tomando contacto. Un saludo “

Cooper no sabía si gritar o llorar una vez hubo terminado de leer la carta de Harlan. Tantos meses había dudado que de que surtiera efecto su plan. Su alegría era desbordante y su felicidad también. En ese momento se había convertido en la persona más feliz del planeta. Pero al ir pasando los minutos la calma y en cierto modo la preocupación apareció de nuevo.  Le asaltaron varias dudas que su cabeza, que empezó a intentar solucionar rápidamente, creándole un pequeño estado de ansiedad.

La primera era Elena,  ¿qué sería de ellos? Él se encontraba enamorado de ella, pero ahora había un rayo de esperanza de volver a su vida. Pero ¿qué vida? Tampoco es que en la Eternidad le esperara nada del otro mundo, y su viaje al siglo veintitrés para ayudar a Mallansohn era más por destino que por necesidad propia. Su idea era que no le esperaba nada ni nadie en la Eternidad, mientras que aquí tenía quien le acompañaba todos los días. Y entonces ¿por qué tanta felicidad por la carta de Harlan? El deber  no cumplido podía ser la razón, el estar perdido en los tiempos, el recuerdo de lo vivido, pensar que era alguien importante en un momento de la historia, esas podían ser algunas de las razones. Elena volvía a sus pensamientos. Tarde o temprano tendré que contarle la verdad sobre este asunto, y seguro que se enfadara.

La segunda preocupación era todo el misterio que rodeaba la carta de Harlan, mencionaba tiempo para encontrarse, que estaba en compañía ¿de quién o quienes? , que tenía que empezar a conocer a personas de un nivel cultural mayor para un propósito que solo Harlan conocía y por supuesto que no quería que supiera donde se encontraba exactamente. Esto último era bastante fácil de averiguar. Sabía que estaba en el Condado de Mariposa, y podía afirmarlo por el matasello de la carta, pero ¿y si era mentira? Si había montado todo eso para distraerle. Confiaría en él y esperaría a las instrucciones que le fuera mandado. 

La tercera era la que más dificultad traía. Tenía que encontrar la manera de conocer a gente de un entorno científico, que en estos momentos fueran de un intelecto con potencial para desarrollar cierta tecnología y no levantar sospechas de quien era él. Harlan había mencionado varias instituciones y pensaría en los próximos días como comenzar dicho plan.

Cuando llego a casa se encontró a Elena muy sonriente. Era una mujer increíble, que hacía muy feliz a Cooper. En cuanto la vio pensó en cómo se lo contaría si llegará el caso, y una tristeza recorrió el cuerpo de Cooper.

–¿Qué tal ha ido el trabajo? – dijo Elena

– Muy bien, hoy ha sido un día tranquilo y nos ha dado tiempo a ponernos al día del retraso que llevábamos de la semana pasada.  Si todo sigue así puede que mañana tengamos descanso más grande y podría pasarme por tu oficina a almorzar contigo –contesto Cooper. ¿Y tú qué tal?

–Bien, hay días que aparecen personas súper extrañas a patentar unos inventos que no dejan de sorprenderme. Alguna de ellas las comentamos entre los que trabajamos allí y no sabemos ni para qué son ni para qué sirven, pero nos divertimos pensando en que se van a utilizar.

–¿Hay muchos proyectos que os llegan últimamente? –preguntó Cooper

–Últimamente ha subido el número de marcas y de patentes que se están registrando. Tanto Berkeley como Stanford han creado un departamento de Innovación y están apoyando mucho a los jóvenes empresarios que salen de dichas instituciones. Así que nos mandan muchos clientes para registrar sus trabajos. Estoy trabajando con la administrativa de dicho departamento, pues mucha de la documentación no es necesaria que pase a nosotros. Todavía hay un pequeño vacío de lo que tienen que registrar como marca o patente. Así Esther y yo estamos aprendiendo muchísimo sobre este tema –contesto Elena.

– Y ¿quién es Esther? – preguntó de nuevo Harlan

–Cooper luego dices que me enfado, no me has escuchado lo que te contaba. Esther es la administrativa de Stanford, encargada del departamento de Innovación. Con la que charlo de todos los proyectos que están llevando a cabo–dijo Elena.

Cooper se disculpó mientras terminaba de poner la mesa. La cena estaba preparada y era una magnífica ocasión para abrir una botella de vino. La velada fue estupenda, y Elena le insinuó varias veces lo contento que parecía. Cooper siempre la alagaba diciendo lo feliz que era estando a su lado y eso le hacía tener dicho estado. Elena le beso varias veces durante la cena, indicando también ella lo contenta que estaba de haberle conocido. Después de la cena se sentaron un rato en el salón a oír un poco de música, mientras Cooper leía distraídamente el periódico del día y daba vueltas a lo que Elena le había contado de Stanford. Intento que se levantara y baila un rato con ella hasta que lo consiguió.

El cuerpo de Elena era agradable, no aparentaba la edad que tenía y el hecho de no haber tenido hijos la facilitaba esa figura. Ese tema también preocupaba a Cooper. Llevaban poco tiempo juntos y todavía no había comentado nada. A Elena se le notaba con ganas de tenerlos por la manera de tratarlos cuando coincidían en alguna tienda, pero llevaban poco tiempo en San Francisco y la situación no se había normalizado todavía desde que vinieron de Alum Rock. Pero por lo poco que Cooper conocía a las mujeres sabía que tarde o temprano  saldría a la palestra.

La velada se fue acabando y marcharon al dormitorio. Entonces Cooper le dijo

–Elena, he estado pensando que el trabajo en el ayuntamiento está bien, pero me gustaría mejorar. Sabes que no soy una persona muy dotada para ciertas cosas pero tengo capacidad para aprender. Durante estos meses me he dado cuenta que la electrónica se me da bien y me gustaría saber más sobre ello.

–Me parece fenomenal Cooper, y en que puedo ayudarte yo –contesto Elena.

–Había pensado que como tú estás todos los días con proyectos y conociendo a gente, como esa tal.. No me acuerdo del nombre que me dijiste esta noche  –mintió Cooper

– Se llama Esther

– Eso, Esther, la que trabaja en Stanford. Pues había pensado que a lo mejor hay cursos, o algo por el estilo para poder aprender. A lo mejor con el tiempo podría mejorar mi puesto de trabajo y con eso tener más ingresos que nunca están de más. Nunca se sabe dónde puede estar  mi oportunidad, aunque no me quejo de lo que tengo, bueno que era una idea –termino de hablar Cooper

–Me parece una magnífica idea Cooper, estaré atenta a lo que vaya viendo en la oficina. Con Esther hablo casi todos los días y podrá mantenerme informada. Por cierto Stanford está creciendo y mucho y a lo mejor necesitan una persona como tú para algún puesto de trabajo, donde ganes un poco más que en el ayuntamiento. De esa forma podría estar más cerca para poder aprender lo que verdaderamente quieres. Pero ahora es el momento de pensar en otras cosas, mañana será otro día.

Cooper apagó la luz y Elena se acurruco entre sus brazos besándole apasionadamente. Ya tendría tiempo de pensar en Stanford pero ahora no era el momento más adecuado.

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